Muestra Paola Faltracco

Quizás mi papá, hijo de inmigrantes italianos expulsados de su tierra por el hambre y la guerra, soñó alguna vez con vivir el “Sueño Americano”.

Era aquélla la ilusión de residir en un país donde la igualdad de oportunidades y la libertad constituyeran sus cimientos. Donde la educación, la salud y la riqueza estuvieran al alcance de todo el mundo. Aquel paso a ser nuestro horizonte, el deseo de ver el sol redondo y brillante dormirse sobre un mar azul cristalino, tomando una “Coca-Coca con mucho hielo”.

El tiempo fue transcurriendo, viajamos varias veces a vacacionar en familia, con la esperanza de mi padre de que, alguna vez, uno de sus hijos decidiera partir a estudiar “allá”. Y fue, quizás, por mandato familiar o por decisión propia, que pasé una época de mi vida por esas latitudes. Durante ese lapso, pude comprar mi primera cámara usada en un negocio de empeños y empezar a ver aquel mundo a través de mi lente.

Al principio vi luces de colores, casas perfectamente hermosas, con tejas rojas, habitada por gente rubia de ojos celestes, perros bellos y aros de básquet colgados en el garaje. Pero con el tiempo y los años, el sueño americano comenzó a cambiar de forma y tono. Las «Barbies» alimentadas a base de hamburguesas perdieron sus cinturas… la locura, las drogas, y el vacío que no se llena con comida, alcohol, sexo ni compras compulsivas, se hicieron presentes.

Hoy sigo viajando al “norte”. Una gran amiga, vive allá desde hace ya doce años. Compartimos juntas y con otros latinoamericanos que fueron a “probar suerte”, miles de experiencias, todas maravillosas. Continúo, en cada ida, viendo lucecitas de colores, casas magníficas, mascotas fantásticas… Pero ese «no sé qué» envolvente y mágico lo encuentro siempre en el regreso, una y otra vez.

Inauguración

No faltó la música

Estas son las Obras:

 Imágenes de la inauguración:

fotos Gabriel Cattaruzza «El Catta»

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